Somos dañables, somos dañinos: ¿hacia los cuidados paliativos?


Desde la comprensión de que somos vidas

que necesitan cuidados y que somos capaces

de cuidar a otros y al entorno, la mirada sobre

la devastación íntima y  planetaria  que 

caracteriza  a  nuestro  tiempo  cambia  y 

nos  ofrece  un  lugar  desde donde  situarnos 

como  sujetos  de  nuestros  propios  destinos. 

El  discurso  teórico  y práctico  sobre  los  

cuidados nos  ha  enseñado  a  ver  que  

somos  seres vulnerables, inseparablemente  

ligados  a  nuestra fragilidad  física,  mental,  

política  y  cultural. Somos vulnerables porque  

somos dañables. Esta condición  nos  pone  

unos  en manos  de  otros y  nos  exige  la 

responsabilidad  de  cuidarnos.

Pero  no  podemos olvidar  que  somos  

dañables porque  al  mismo  tiempo  somos 

dañinos. Tenemos la capacidad de hacer 

daño  a  otros y  a  nuestro  entorno, sabemos 

hacer  sufrir y sabemos calcular cómo  destruir.

Así pues, si somos vulnerables es porque también 

podemos ser vulnerados y vulneradores.

El  propósito  de  este  artículo  es  vincular  la  

reflexión  sobre  los  cuidados  a  la pregunta 

por nuestra relación con el daño. [...] ¿Se puede 

comprender el daño sin  justificarlo?  ¿Cómo  

pensarlo  y  cómo  decirlo, más allá de  lo 

impensado  que históricamente lo ha protegido? 

La  sospecha  que  motiva plantear esta cuestión  

es  que  unos  de  los  efectos no deseados de 

la insistencia en la necesidad del cuidado es 

haber dado por hecho, e  incluso  por  irreversible, 

la  existencia del  daño.  Es  evidente  que  no  

hemos  dejado de hacer y de hacernos daño 

a lo largo de toda la historia. Pero nos 

encontramos en un  momento  en  que las  

violencias interhumanas  y  la  destrucción  

ambiental  y planetaria nos están conduciendo   

a   aceptar el   daño y  sus efectos como 

desproporcionados e irreversibles. No solo 

hacemos y nos hacemos daño, sino que 

aceptamos que no puede ser de otra manera. 

Ante esta irreversibilidad, que alcanza ya la  

condición  de  un  nuevo  dogma  apocalíptico,  

sólo  nos  quedan  los cuidados: tener cuidado  

de  nosotros  mismos,  reparar  el  daño  y  

evitar el  mal mayor. En este sentido, una 

mirada crítica que se dirija a las configuraciones 

discursivas de nuestro tiempo, nos  conduce  

a  preguntarnos:  ¿y  si  el  actual  sentido  de  

los  cuidados  se acerca, peligrosamente, a la  

condición  de  cuidados  paliativos?  ¿Y  si  la  

creación  y reproducción  cuidadosa   de   la   

vida se  reduce, cada vez más, a  una tarea 

reparadora?
MARINA GARCÉS (artículo completo aquí)

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