Comer carne


 








No conozco en mi entorno ningún

 negacionista del cambio climático, 
todo lo contrario, todos compartimos 
casi cotidianamente informaciónes 
sobre el desastre medio ambiente 
ambiental al que la autofagia de un
 capitalismo devorador nos ha conducido;
 algunos les darán movimientos ecologistas
y el tema forma parte de nuestra
sobremesas, en las que la mayoría confiesa
sentirse temeroso y sufrir distintos grados
de ecoansiedad. Quienes son abuelos
temen por el futuro de sus nietos. Sin
embargo, pocos de ellos han decidido dejar
de comer carne, ni siquiera disminuir su
consumo, ni reducir el número de sus viajes
en avión, y conviven con esta disociación 
sin aparente conflicto. El conocimiento no
los lleva a ese tipo de acciones, si acaso
algún gesto eventualmente testimonial, o
incluso a un activismo militante, pero no 
los conduce a ninguna renuncia que
modifique los hábitos que han regido sus
vidas hasta ahora. Tampoco parece que 
esa contradicción debilite la imagen que
mantienen de sí mismos como personas
progresistas e informadas. Sin embargo
como su comportamiento adolece de falta
 de coherencia entre lo que piensan y lo que
 hacen, digamos que no consiguen integrar
 ambos aspectos en lo que al cambio
 climático se refiere, sin que esa escisión
 parezca afectarlos en forma de
 incomodidad o de disonancia cognitiva; su
 malestar no surge porque parecen mantener
 separados sus conocimientos sobre la crisis
 medioambiental y sus actos, sin integrarlos
 ni pensar en la contradicción que implican.
 Yo misma, que busco corregir estas
 contradicciones a favor de la coherencia,
 sostengo algunas de ellas, mea culpa.
LOLA LÓPEZ MONDÉJAR, Sin relato.

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