Cristales rotos


 






No sé por qué su padre estaba confundido. 

Lo estaba, yo ahora me acuerdo de él porque 
también estoy confundida. Y lo entiendo un 
poco, o bastante. Porque imagina que se te 
rompe algo, el vaso, por ejemplo, ese que 
tiras sin querer, y la gente se limita a traer 
una bayeta para el agua y una escoba para 
los cristales. Pero imagina que tú no quieres 
la bayeta. Querías ese vaso. Te importaba 
ese vaso. No entiendes que esté roto. Y 
entonces te pones a recoger los cristales 
uno a uno. Y tratas de pegarlos. Aunque, 
claro, mientras haces eso, se te ha olvidado 
secar el agua con la bayeta. Y también se 
te ha olvidado la hora que es. Y, encima, 
hay veces que las cosas se rompen en 
siete trozos y vale, las puedes pegar. Pero 
a veces se rompen en cien o más. ¿Entonces 
qué haces? Pues lo que él hacía era intentar 
pegarlas de todas formas. No abandonaba, 
aunque en el suelo hubiera cuatrocientos 
trozos. Y al final, sin querer, acababa dejando 
tirada a mucha gente, porque él estaba con el 
vaso. Que no era un vaso: era una persona. 
Claro, la gente dice que hay que distinguir entre 
lo que es muy importante y lo menos importante. 
Pues el padre de Vera no distinguía. Tenía un 
código. Si alguien está mal, ¿cómo voy a dejarle 
ahí? 
BELÉN GOPEGUI, Deseo de ser punk. 

Comentarios

Entradas populares