PEDAGOGÍA INVERTIDA I
Los niños están entre nosotros: oseznos o corderos o polluelos
en medio de otra raza, el inmigrante en casa, el único extranjero
al que recibimos con alborozo. Se convierte en en hombres
después de haber sido mariposas. El escándalo del criminal
sin entrañas ante la pregunta '¿Para qué sirven los niños?'
expresa esta discontinuidad ontológica no menos que la
respuesta de la pequeña Blanca en el frontón del capítulo.
"¿Para qué sirven los niños?". "Para cuidarlos". Yago, de
ocho años, dice: "Para lavarlos". Y la diminuta Nur añade
sin vacilación: "Para darles de comer". Sería sin duda absurdo
afirmar que un coche sirve para ponerle gasolina o una batidora
eléctrica para enchufarla a la red o unos zapatos para sacarles
brillo, pero si preguntamos por la utilidad de los niños la única
respuesta posible es su existencia misma, que hay que limpiar,
alimentar y sostener.
Si la pedagogía no ha dejado de explorar la influencia que la
presencia y la educación de los padres tienen sobre los hijos,
no se ha fundado todavía una pedagogía invertida que explique
la influencia que la presencia y la educación de los niños ejercen
sobre los hombres: ¿Para qué sirven los niños? Para cuidarlos;
es decir, para volvernos cuidadosos.
Los niños son nuestra linterna. El hombre tiene el nihilismo
instalado en su propio cuerpo (el hambre) y el mundo exterior
es el resultado de una renuncia: es eso que llamamos ver. El hombre que prepara la comida para otro lo declara de esta
manera en comestible, lo pone a salvo de su propio apetito,
y por eso la idea del veneno mezclado con la sopa opera
como una especie de contradicción lógica y su potencia es
doblemente mortal. Fuera del hambre, una vez hemos renunciado
a comérnoslas, las cosas son casi reales, pero todavía se deslizan
una y otra vez hacia la nada bajo la mano que las usa y las oscurece
o, en nuestros días, bajo la tecnología que las repite y las pasa a
toda velocidad. Los niños son la realidad fuerte; no pueden ser
usados ni comidos ni repetidos, que es lo mismo que decir que
ocupan un espacio.Gracias a los niños la humanidad, además de hambre en el cuerpo,
tiene un cuerpo fuera de él.
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