PEDAGOGÍA INVERTIDA I

Gorka pregunta a su hija de tres años: ¿Para qué sirven los niños? 
Y Blanca responde sin un solo instante de vacilación: "Para cuidarlos".



Los niños están entre nosotros: oseznos o corderos o polluelos

en medio de otra raza, el inmigrante en casa, el único extranjero

al que recibimos con alborozo. Se convierte en en hombres

después de haber sido mariposas. El escándalo del criminal

sin entrañas ante la pregunta '¿Para qué sirven los niños?'

expresa esta discontinuidad ontológica no menos que la

respuesta de la pequeña Blanca en el frontón del capítulo.

"¿Para qué sirven los niños?". "Para cuidarlos". Yago, de

ocho años, dice: "Para lavarlos". Y la diminuta Nur añade

sin vacilación: "Para darles de comer". Sería sin duda absurdo

afirmar que un coche sirve para ponerle gasolina o una batidora

eléctrica para enchufarla a la red o unos zapatos para sacarles

brillo, pero si preguntamos por la utilidad de los niños la única

respuesta posible es su existencia misma, que hay que limpiar,

alimentar y sostener. 


Si la pedagogía no ha dejado de explorar la influencia que la

presencia y la educación de los padres tienen sobre los hijos,

no se ha fundado todavía una pedagogía invertida que explique

la influencia que la presencia y la educación de los niños ejercen

sobre los hombres: ¿Para qué sirven los niños? Para cuidarlos;

es decir, para volvernos cuidadosos. 


Los niños son nuestra linterna. El hombre tiene el nihilismo

instalado en su propio cuerpo (el hambre) y el mundo exterior

es el resultado de una renuncia: es eso que llamamos ver. El hombre que prepara la comida para otro lo declara de esta

manera en comestible, lo pone a salvo de su propio apetito,

y por eso la idea del veneno mezclado con la sopa opera

como una especie de contradicción lógica y su potencia es

doblemente mortal. Fuera del hambre, una vez hemos renunciado

a comérnoslas, las cosas son casi reales, pero todavía se deslizan

una y otra vez hacia la nada bajo la mano que las usa y las oscurece

o, en nuestros días, bajo la tecnología que las repite y las pasa a

toda velocidad. Los niños son la realidad fuerte; no pueden ser

usados ni comidos ni repetidos, que es lo mismo que decir que

ocupan un espacio.Gracias a los niños la humanidad, además de hambre en el cuerpo,

tiene un cuerpo fuera de él. 

SANTIAGO ALBA RICO, Leer con niños (fragmentos)



 




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